Pues en este día venía
cojeando la Luna,
mal humorada,
con el entrecejo fruncido,
y la nariz roja,
encolerizada,
y yo diría… que resfriada.
Mascullaba entre dientes
maldiciones, y pestes
hacia un gato panzudo
que subía a dormir la siesta
cuando andaba ella
en cuarto creciente…
o en menguante.
“Ya no lo aguanto más,
se tumba como en una hamaca
y balancea su rabo,
reposando, dormitando,
mientras mi alergia se dispara”.
Ciertamente,
el gato de doña Amelia
cada noche de cuarto creciente,
y en las de menguante también
se subía a la luna
y se recostaba en su
curva
Panzudo, y dormilón
se pasaba la noche en la Luna,
que con su alergia
ya no podía dormir,
ni de noche, ni de día.
Romero de Buñol
07-02-2012
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