lunes, 14 de marzo de 2011

ese dia llamo ella a la puerta


Ese día llamó ella a la puerta. Fui y abrí, y la imagen me sorprendió cómo nada antes. Era una mujer de belleza gloriosa, con unos cabellos negros cómo la noche más cerrada de la historia, los ojos del mismo color azabache que contrastaba con una tez de blanco nacarado, donde lucía una pequeña nariz de líneas elegantes, y unos gruesos y jugosos labios. La estatura era por encima de la media de las mujeres, y también por encima del resto de mujeres estaba su elegancia y porte. Parecía atemporal, en ningún momento de la historia hubiera desentonado, Vestía un traje negro, cubriendo su pelo y como abrigo una capa igualmente negra.
El resultado de todo conjunto cómo digo era una de las mujeres más atractivas que en mi vida había visto, y su mirada y su habla para nada me hacia dudar de ella. Es más era cómo si la conociera, cómo si estuviera esperando su visita, más cuando me simplemente me dijo:
-Paco, marchémonos.

Yo, le dije simple y llanamente:
-Dame un minuto que le deje una nota a mi esposa y a mi hija
-No, no puede ser, hemos de marcharnos ya.
-Pero yo no puedo partir así, tengo muchas cosas que he de zanjar antes de marcharme contigo. Está el trabajo, están los amigos, los proyectos que tenemos a media.
-No va a poder ser paco, ya vine a por ti.
-Por lo menos permíteme que cumpla la promesa que hice a mi hija, si no, no me lo perdonará en el resto de su vida, le dije que esta tarde comenzaríamos a hacerlo.
-No paco, no te preocupes, todos entenderán, te comprenderán y te perdonarán, ahora marchemos ya.

Sin más salgo con ella de casa, cómo si de siempre nos conociéramos, y supiera donde tengo que ir.
Ya ha pasado mucho tiempo de ese día. ya me he acostumbrado a mi forma no corpórea, a no ser nada, y a serlo todo, a sentir presencias y ser sentido. Ya se pasar de luz a sombra, de halo a suspiro…
Ha pasado mucho tiempo y he ido a mi antiguo trabajo, allí estaban todos mis antiguos compañeros, y el proyecto en el que tanto trabajé que creía que nadie iba a poder terminarlo, lo habían concluido. Mi puesto, tan importante que era en esa empresa, estaba ocupado por otro, que también parecía ya muy importante en la empresa. De ahí fui a ver a mis amigos, las risas seguían fluyendo entre sus cervezas, los chistes, las bromas. Hasta habían hecho la escapada aquella que planeamos…
Veía que la vida sin mi seguía fluyendo como si nada, que tan imprescindible como siempre me lo habían hecho creer, no era así, y al final tan sólo era uno más como siempre había dicho yo.
Me gustaba ver como las cosas que yo había comenzado habían tomado forma y se habían hecho realidad. Tan solo me quedaban dos personas a las cuales quería visitar, sin que ellas se percataran de mi presencia. Fui a ver a mi hija toda una mujer, y me sentí orgulloso de ella, de lo bien que estaba viviendo la vida, llena de valores, de llena de comprensión hacia los demás, respeto, igualdad. Con una fuerza y entrega en su trabajo que ni yo tuve. Me sentí orgulloso de ella.
Mi esposa… seguía guapa y radiante, todavía llevaba el collar que yo le regalé, sin duda prueba inequívoca que seguía acordándose de mi, aunque hubiera rehecho su vida junto a un hombre que parecía honesto, y que la quería.

Ya viendo que la vida marcha sin mi, igual que marchaba conmigo he vuelto a mi lugar, a un rayo de sol reflejado en una gota de rocío, a una brisa que mueve una brizna de trigo florecido, allí donde pueda iluminar la humanidad.

Romero de Buñol.
14-03-2011

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